Una carta no aburrida sobre lo aburrido que puede ser empezar a coser.
Mentira, no es tan malo.
Yo antes de estudiar diseño, trabajaba de maestra de inglés en Cartagena. Una gallega de Mediterráneo era. Y en uno de estos talleres para avivar la creatividad de los maestros, llegaron al centro dos chicas a darnos una charla. Ellas tenían un espacio donde había talleres de ganchillo, punto, costura. Recuerdo que nos pusieron el Ted Talk de Ken Robinson en el que habla sobre que cada persona tiene su elemento. Yo ya estaba apuntada a las clases de costura antes de que terminaron de decir lo que venían a contar. I knew what my real element was. Y eso fue uno de los primeros “Por aquí” que recibí.
Toñi fue la primera persona que me enseñó a sacar un patrón. Y a pasar hilos flojos. A montar una falda tubo. ¿La máquina de coser? La de Ikea. La blanca con las manivelas en azul y amarillo. Sin estabilidad sobre la mesa y creada para que te hagas manteles y cojines. No apta para convertirte en Balenciaga, pero yo quería una máquina barata para descubrir si me gustaba coser y no solamente ir de compras. ¿El tejido? La tela roja más dura que me crucé. También de Ikea. Y listo. I discovered I enjoy this shit.
“¡Morena! ¿Qué te pongo?” Me gritaban en la tienda de telas del centro comercial. Esa época en la que vivía la paz de comprar tejidos sin preocuparme de si contaminaban o no, porque no pensaba en esas cosas aún. En ese momento era compradora compulsiva y una feliz ignorante. Poco me faltaba para despertar.
Después llegó Madrid y Juanjo. Fue mi profesor de modelaje y tutor, el que me ayudó a seguir aprendiendo cuando me fui del IED por no tener más ahorros para seguir pagándolo. Me abrió las puertas de su taller y no hay semana que no corte tela y no me acuerde de él. Me encantaba ir a allí sola, hacerme un café, colgarme la cinta métrica (I looked like a designer) y cortar cualquier prenda que me dejase tocar. Estar unas horas y echar el cierre. Eso me hacía sentir no tan perdida con el “¿qué coño voy a hacer con mi vida? Quiero trabajar en moda pero no sé como lo voy a hacer sin un título que me respalde.” Sigo sin tener ningún título and it is going pretty well.
En esa misma época en la que iba con Juanjo, también iba a clases de patronaje entre semana con Marisol. Era la persona más buena del mundo y supo entender que yo necesitaba volar ya. Yo le pedía que me explicase la mangas del final del manual saltándome todo el principio.
-Eso no lo puedo hacer. Pero no se lo cuentes a nadie.
Me enseñó primero los patrones del final. La manga globo de muchas de mis blusas la saqué con ella. También me enseñó que planchar es lo más importante de la costura.
-¡Mira que vestido le cosí a mi hermana! -Las pinzas están sin planchar. - fue su respuesta. Tough love. No llevaba en sus clases ni un mes. Pero no hay día que planche que no piense en ella para hacerlo mejor. Me metía en encargos para Cléa que eran más grandes que mi saber. Me dio en un trocito de papel su número por si me perdía en casa. Era de ese tipo de gente que no deja de ser maestra cuando termina su horario de trabajo. Y si no llega a ser por ella, no hay Cléa. Eso es así.
Y sin haberlo pretendido me está saliendo una carta de agradecimiento a los buenos profesores que he tenido. Esos que en vez de desmotivarte, te dan herramientas para que puedas realizar tu sueño. Por ellos esa cosa que parecía un capricho, pudo dejar de parecerlo, para ser una marca de verdad que me da de comer. Y quién me conoce sabe que estoy todo el día comiendo.
Lo que es para ti llega fácil y tendrás señales de por dónde seguir. No estoy diciendo que no vayas a tener días malos o rachas malas, pero lo que es para ti, sale solo, y la vida te pondrá delante a las personas y situaciones que vas a necesitar para conseguirlo. No vas a poder luchar contra él. No vas a poder convencerte de que no lo deseas. Lo único que vas a conseguir reprimiendo ese deseo es estar triste y sentir que no estás donde deberías estar. Y yo por mucho que quiera a los niños y por muy bien que se me de ser maestra de inglés, yo sabía que no tenía que estar ahí, que yo tenía que perseguir ese deseo que tenía desde pequeña de ser diseñadora.
Coser para mí es súper placentero, pero también sé que en muchas ocasiones ocasiones puede ser frustrante.
La máquina no funciona, te despistas y coses por donde no es, le metes un mordisco con la tijera a la prenda…etc etc. Y dan ganas de tirar la toalla y mandar todo a la mierda porque es un trabajo esclavo. No hay teletrabajo para el artesano ni vacaciones pagadas para el que está empezando con el proyecto. Y te puedes ver tentada a dejarlo todo por dos mierdas de pagas extra a cambio de pasar un año haciendo el trabajo que no te gusta. Not on my watch. El camino se me pudo reajustar pero el objetivo siempre fue el mismo: trabajar de diseñadora. Y me daba igual cuando tiempo me iba a llevar, tengo todo el del mundo mientras siga sintiendo que va a pasar.
Como todo en la vida, coser es una cosa de práctica, no de talento. Y conseguir tus objetivos, cuestión de tiempo y cariño. El talento es importante, pero más las horas que lo pongas a practicar. Llevo 12 años cosiendo y todavía me quedan cosas por aprender. Así que paciencia e intuición.
Love,
Nu.