Yo antes era de las que te decía cuando veía una montaña de mierda caer sobre ti “Todo ocurre para tu bien” y te hacía instantáneamente una lista de todas las cosas buenas que te iban a ocurrir a partir de ese momento. No sufras. Ni un segundo para estar mal. Ahora me doy cuenta de que por cinco segundos, cinco minutos y hasta cinco horas puedes unirte a tu amigo y decirle: “Esto que te está ocurriendo es una putada, la verdad que no se puede llamar de otra manera” A veces lo que más paz le va a dar a un corazón es simplemente aceptar que esa situación que vive no es bonita, sin olvidarnos de que mejorará.
Me parece genial y necesario que nos inclinemos siempre hacia el lado bueno de las cosas, justo después de llamar por su nombre (un mojón) a aquello que nos está ocurriendo: por su nombre de verdad, no por su nombre imaginario en el que exageramos la situación que vivimos para alimentar el victimismo. Podemos, eso sí, una vez nos salgan sapos por la boca, coger esa mierda y usarla para volver a elegir las situaciones que deseamos vivir, para remodelar y para construir.
El caso es que obtengo mucha menos resistencia por parte de mis amigos y de la gente que quiero, y les ayudo más cuando en vez de directamente proponerles las soluciones, decido darles la mano y acompañarles un ratito en aquello que les duele y que no les sienta bien. Algo así como: Te comprendo, no intento cambiar tu situación por ti, te doy un consejo cuando me lo pidas y ya está. Mi labor es estar contigo, no creer que sé más que tú y que me leí muchos libros de autoayuda. No se trata de ser más listo que nadie, se trata de ser humana, vulnerable y amable. Y no dar consejos desde la opinión sobre como tú lo vivirías. Creo que así somos una persona más sana en la que la gente se puede apoyar.
Se trata de ser estable y no intrusiva.
Una manera en la que puedes hacer esto es no juzgando la situación, mucho menos a tu amigo, mirando a la situación sin etiquetarla como buena, regular, mala, grave o terrible y estar abierta a aportar las cosas que necesiten, puedas y quieras dar.
Y todo esto se lo acabo de dictar al móvil mientras hago palomitas, porque después de todo el día trabajando me he dado cuenta de que se me había olvidado la carta otra vez, como veis me pasa mucho. Y no me gusta escribir cosas a la fuerza, me gusta escribir sobre ese tema que en el momento que me pongo a ello, sale solo. Como si algo más me lo estuviera dictando. Así que he decidido escribir sobre ese pequeño acto que he aprendido a hacer, que es: morderme la lengua, para escuchar y unirme realmente a lo que me están contando. Porque muchas veces antes, sin darme cuenta y sin mala intención, he escuchado sin escuchar para dar consejos útiles pero demasiado rápido. Aprender a adaptarte al momento en el que se encuentra la otra persona sin preocuparte de su sufrimiento, porque sabes que finalmente va a estar bien. Cero pánico.
A veces un poquito de incomodidad no viene mal y nos regala nuevos conocimientos, nuevas partes de nosotros mismos que desconocíamos y facetas nuevas de nuestra personalidad. ¿Así que quién soy yo para interrumpir todo ese crecimiento con discursos a destiempo o con soluciones aceleradas?
Cuando quieres ayudar a alguien tienes que parar, tienes que respirar y tienes que preguntarte qué es lo que necesita esa persona en este momento en vez de que quiero decir yo para quedar de madura iluminada.
C’est fini.
Hoy me despido de vosotras con U Can Call- 2 Pac, Jazze Pha Remix. Como si salieran los títulos de una película mientras suena.
Love love love,
Nu.