Mi vecina, modelo de Balenciaga.
-Mira, mira que cuerpo. Ninguna operación. Todo genética- Me dice mi vecina mientras se abre el abrigo para que compruebe por mi misma que tiene un tipazo a sus casi 80 años - ¿Cuántos años me echas? Ya me lo dicen los médicos. Que me conservo muy bien-
Abre la cartera y aparece la foto de su boda.
Vestida de Balenciaga. Nada más y nada menos.
-Yo fui modelo de Balenciaga, cuando tenía 18 añitos. Me quiso llevar para París con él para que desfilase sus trajes, pero mis padres no me dejaron. Porque en aquella época ¿Qué iba a hacer una niña sola allí? Me casé y me quedé aquí. Ahora es diferente. Ahora podéis elegir. Así que tú aprovecha y haz lo que te de la gana.
Mientras ella me dice esto, yo sigo pensando en que conocía a Cristóbal Balenciaga, ignorando las bendición que es poder hacer lo que quiero sin que nadie me tosa.
-¿Cómo qué modelo de Balenciaga?
-Sí. Me descubrió cuando yo trabajaba en unas galerías de dependienta. Cuando venía alguna de sus clientes a ver las prendas, yo las modelaba para él. La primera vez preguntó por mi diciendo ¿Quien es esta niña tan mona? ¡Qué elegante! Entonces siempre que él venía, dejaba lo que estaba haciendo para probarme sus trajes. Porque tenía las medidas perfectas. Imagínate, una muñequita.
A día de hoy, he escuchado esta historia al menos 30 veces en el descansillo del ascensor y nunca me canso. A ella le encanta contarla, y a mi me parece alucinante que en mi mismo edificio viva una de las modelos de uno de los mejores diseñadores de la historia.
-Me casé con un traje suyo.
-¿Y qué hiciste con el vestido?
-Un salto de cama, en aquella época se hacía eso para aprovechar la tela.
Sonreía mientras pensaba ¡Dios mío!¡vaya carnicería a un Balenciaga!
¿Qué aprendo de mis conversaciones de 30 min en el ascensor con Merche? Que la vida vuela. Y mucho. Y que no podemos pasarla complaciendo y haciendo lo que se espera, lo debido y lo que toca. Porque lo debido y lo que toca apaga el brillo de los ojos y lo que se espera nos hace prisioneras de las exigencias de los demás y de la sociedad. Que hay que vivir. Que hay que ser descaradas y muy buenas. Muy buenas para nosotras mismas, que el ser buena para los demás va por descontado. Y que si tu corazón te pide algo, aunque eso signifique romper con todo, hay que tener valor para ejecutar para lo que te está pidiendo. Porque los que de verdad te quieren, se quedarán y te apoyarán, y los demás, te deberían de dar igual.
Si yo no hubiera hecho lo que deseaba y hubiera hecho lo que se esperaba, no estaría aquí hoy escribiendo esta carta, ni Vogue se hubiera acercado a mi para hacer el tutoría del top. Si hubiera hecho lo debido, me habría sacado la oposición de magisterio y me levantaría sin emoción por las mañanas antes de ir a trabajar. Y si hubiera hecho lo que tocaba, estaría saliendo con alguien que no me daba mariposas en el estómago.
Porque en este mundo de desamor, de idas y venidas de la gente que queremos, y de atardeceres espectaculares lo único que debemos intentar es ser honestas con nuestra felicidad, y hacer únicamente lo que nos acerque a ella.
Y que si deseas algo, échale felicidad y alegría, constancia pero nunca esfuerzo. La gente esta semana me decía <<Me alegro por ti porque has currado mucho para esto. Te lo mereces porque te has esforzado>> No busquéis obtener nada del esfuerzo. El esfuerzo complica todo, es agotador y hace que todo ocurra más lento. Pero la felicidad porque sí, esa si que atrae todo a nuestras vidas. La clave creo que está en trabajar de manera constante pero lo más feliz que podamos, esperando que todo lo que queremos, se cumpla. Y eso es lo único difícil, y el precio a pagar para la vida de nuestros sueños.
¡Buen finde!
Love,
Nu.