Intentamos sanar el pasado para ser felices en el presente.
Y por pasado, me refiero a tu niña interior y por presente, a ti. Y aunque no esté sanado, o parezca no estarlo, también te mereces ser feliz ahora, e insisto, te pueden pasar cosas buenas aún cuando te siga doliendo algo que te ocurrió. No son excluyentes la una de la otra, no tienes que saber la respuesta de todo, ni todo estar en su sitio, para dejarte vivir a ti misma.
Tenemos a nuestros niños interiores rabiando y pueden estar bloqueando el momento en el que vivimos, solo de escuchar constantemente lo que sufrieron en su día. Porque no lo aceptamos, ni lo perdonamos, ni lo entendemos, ni lo queremos dejar ir. Y no hace falta entenderlo todo. Ese dolor no es la razón de nuestra existencia ni el impedimento para disfrutar, a menos que así lo decidamos.
El caso es que no podemos entretener dos ideas. O entretienes la de soy una niña magullada por su familia y la vida, o la de la niña que a pesar de eso, elige más de lo que le sienta bien, porque necesita un puto respiro, porque quiere quitarse ese puto peso de encima y hace de esas emociones buenas, que esta decidiendo entretener a la fuerza, su nuevo sentir, su nuevo ‘esto es lo familiar para mí ahora: el sentirme bien’.
Esos niños interiores son parte nuestra pero ya no están en el espejo, no existen, ya no están en esas situaciones en las que se sintieron indefensos y confundidos. Y nosotras, no podemos pasar la vida creyendo que seguimos atrapadas en esa imagen nuestra, dejando manejar a un niño dolido el cuerpo de una adulta. Nadie al volante.
Nos unimos a su dolor. Hablamos con ellos igualando estados de ánimo. Igualándoles el berrinche (sea este justificado o no) Pero por muy justificado que esté, no puedes quedarte ahí, con toda tu mierda, te mereces mil cosas buenas. Y cuando sabes lo que te pasó, lo etiquetas como algo traumático y le dejas mandar, pues déjame decirte que se podría hacer de otra manera. Y a pesar de que sea verdaderamente traumático (eso no lo vamos a negar) también tienes la opción de decirte que eso sólo fue un momento de tu vida y que no tiene porque definir el resto de tus días. No tienes que sanarlo, ni cambiarlo para merecerte más cosas buenas hoy. Ni aceptarlo. Pero quizás dejar de pelearlo. ABÚRRETE de ese cuento. Tú tienes que coger a ese niño y contarle todas las cosas de las que has sido capaz tú sola hasta ahora. Decirle “Mira en quién nos convertimos. Mira como saliste de ahí. Mira de lo que has sido capaz. Mira como te puse a salvo” Nunca le niegues lo que le pasó pero tampoco le dejes negarte la posibilidad de que te vaya bien. No tenemos que barrer hasta el último rincón de nuestras mentes para permitirnos un remanso de calma y felicidad.
Puedes sanar a tu niño interior sin generar solo caos y sin poner todo patas arriba. Puedes estar en paz mientras sanas. Hay espacio y tiempo para todo. Momentos de llorar y momentos de sonreír. No nos damos permiso a estar bien hasta curar y es un poco cruel posponer esa posibilidad, porque es como “no es que a mi me pasó esto de pequeño y entonces ya no me puedo permitir el lujo de disfrutar porque sí, porque es que tengo una tarita que solucionar” Lo siento, llamame borde, pero es hora de “A pesar de esto, estoy feliz. Estoy en paz. Ya no dejo que esa historia me defina” Y si quieres la analizas pero no gravites a su alrededor.
Ese niño interior está esperando a alguien que esté a cargo. Hablarle a su nivel es como ir sin cabeza. Dos personas a las que le duele lo mismo, a la vez, se entienden pero no deslían, solo se dan la razón como dos tontos. Y no cambian.
Más hacerles sentir protegidos, seguros, en casa. Más responsabilizarnos. Que tengan la seguridad de que nosotras sabemos que todo saldrá bien aunque ni sepamos qué va a pasar. ¿Cómo ocurre eso?Tienes que pensar y sentir que tu puedes cuidar de ti misma, dejar de esperar ser cuidada por nadie y mucho menos por las personas equivocadas, aunque sea el mismísimo padre que te hizo, el que esperas que te cuide. Mejor no esperarle. Tú eres la guía de esa niña y le vas a contar todo de lo que va a ser capaz. Y le vas a contar que va a parar de llorar por esas cosas que la asustan o que le hicieron vivir. Hasta que se lo crea. Ser su guía y la tuya. Tu función como adulto no es unirte a su llanto, es ser el ejemplo de que el llanto para, aunque podamos llorar cuando nos de la mismísima gana ¿me explico?
Pues eso, a desatascar.
Un abrazo muy grande,
Love,
Nu.