Yo me hacía socia de ONGs de camino a Zara. Lavado de conciencia. Compraba un montón de cosas que no necesitaba pero daba una parte de mis ingresos a diferentes causas. ¿Cómo no? Si me pillaban justo en camino a comprarme ropa que no necesitaba.
Yo era de esas que estrenaban algo en cada cita. Ropa, 50€ y conjuntito de Intimisimi, 100€. A 150€ la cita. Menos mal que Marcos siempre supo apreciar esos detalles por cada rincón de la casa de sus padres. Qué menos que unos cuantos aplausos después de gastarme esa cantidad en los trozos de encaje más pequeños e indecentes del mundo. Thanks man.
Confesiones de una compradora compulsiva me parecía la película adecuada para alguien que compraba religiosamente Vogue y Harper’s Bazaar todos los meses, revistas que justificaban el gastar constantemente en ropa y cosméticos <<I am a fashion girl and that is what fashion girls do, right? Spend>> Gastar era un sinónimo de felicidad para mí ¿Había una nueva tendencia? Ahí estaba yo con mi cartera. Convirtiendo automáticamente cualquier prenda existente en mi armario en basura.
¿Qué estaba ocultando tras esa montaña de poliéster mal cosido?
Mi infelicidad. Si podía fingir estar de maravilla escondida tras un “buen” look, si podía hacer creer a los demás que era feliz, ya estaba. Bonita por fuera y triste por dentro.
¿Qué pasó para que dejase eso atrás? Que me caí con todo el equipo, a los 22 años, porque las mentiras no se pueden mantener mucho tiempo. La mierda salió a la superficie y no había par de zapatos capaz de evitarlo. Llegadas a ese punto, podemos quedarnos sumergidas en ella o hacer limpieza.
Fui a terapia.
El primer día, aparecí vestida de maniquí de fast-fashion: Pantalón de flores ( oh ), abrigo de pelo azul (Lord) y botines de tachuelas ( Jesus). Sonrisa de oreja a oreja, porque yo “no estaba deprimida”. Pero a mi terapeuta le llevó menos de 30 minutos hacerme llorar.
<<Te escondes detrás de tu ropa>> Me dijo un día.
Me bajó de los tacones y siendo más precisas, de la nube. Me devolvió mi propósito. <<Tus padres no quieren pagarte diseño de moda, genial. Te lo vas a pagar tú con tu trabajo de maestra>> Transformó mi rabia en intención, me devolvió mi capacidad de crear la vida que siempre había deseado y dejé de malgastar mi dinero intentando ocultar mi frustración.
Cuando estás a foco y con un objetivo claro, no hay espacio para comportamientos nocivos. Ahora me doy cuenta que no era adicción a la ropa, si no a la emoción que yo creía que iba a conseguir con ella puesta: felicidad, ilusión, alegría. Buscaba el amor en todos los lugares equivocados. Creía que comprando se me iba a olvidar la pena por mi sueño sin cumplir y que iba a poder aguantármelo para siempre. Por eso compraba dos o tres veces por semana. Porque la felicidad nunca se quedaba conmigo, se esfumaba casi al mismo tiempo que me daban el ticket de compra. En cuestión de horas volvía a sentirme vacía. Este tipo de vida no es sostenible.
¿Cómo lo hice?
-Posponiendo la satisfacción inmediata por un bien mayor: Dejé de comprar a cambio del subidón momentáneo de felicidad, por el placer de llevar algo especial o hecho por mi.
-Me puse un objetivo: Me encantaba ahorrar sabiendo que en dos años estaría aquí, en Madrid estudiando moda y quemando mi vida pasada con gasolina. - - Actuar coherentemente: Me apunté a costura 2 horas a la semana porque no iba llegar a diseño sin saber coser al menos un poco.
Yo dejé de comprar cosas que no necesitaba y que no me emocionaban, porque descubrí donde estaba mi felicidad y hacia donde debían dirigirse mis pasos. Por eso es tan importante ser honestas con lo que queremos en nuestras vidas e ir unapologetically a por ello. Porque ya tenemos, como vulgarmente decimos, pelos en el chocho, como para andar comprando basura y más por no enfrentar lo que nos da ansiedad o lo que nos pone tristes. Si compras no busques más que tu honesto disfrute y nunca ocultar tus problemas.
Gastar dinero está bien, es necesario para que el mundo se mueva. Sin embargo, gastar por gastar, es como tener sexo por tener sexo. Tienes menos dinero y no te sientes satisfecha.
Cuando vayas a comprar ropa pregúntate: ¿Me aporta algo? ¿ Me va a hacer más feliz? ¿Me va a emocionar cada vez que lo lleve puesto? ¿Me representa?
Y cuando compres, gózatelo, pero no lo uses para sentirte culpable a las pocas horas.
¡Qué bien me lo estoy pasando escribiendo! La semana que viene:
La diseñadora que vendió su armario. El low budget version de El monje que vendió su Ferrari
Mucho, mucho amor para vosotras.
Nu.