Cómodas y conformistas.
No sé si esto es carta o una intervención.
A ti. A mi. A todas.
Texto para todas aquellas personas que meten su alegría, su salud y su satisfacción en un cajón; y sus esperanzas de cambiar de vida, en un número de la Lotería.
Somos el país dónde se premia a los funcionarios y en sus casas se les aplaude por tener un traballiño fijo, dónde emociona más el anuncio de la Lotería en Navidad, que una charla inspiracional donde nos cuentan cómo podemos cambiar nuestras vidas por nosotros mismos sin dejar el destino a la suerte; el país del “mal de muchos, consuelo de tontos”.
Aquí medimos nuestra satisfacción en función del otro, y nos movemos en función de lo que haga el otro. En vez de medirnos con nosotras y nuestras versiones pasadas. ¿Dónde estaba yo hace unos meses? ¿Cuánto he avanzado? antes que preguntarnos ¿Sé casará Mari Loli pronto? ¿Me tendré que casar yo?
Somos las que se conforman con dupes, réplicas, que es la palabra bonita para “copias baratas que nos permiten aparentar y tener simplemente todo lo que se nos antoje como si fueramos princesas caprichosas incapaces de controlar nuestros impulsos”
¿Estoy algo enfadada? Más que enfadada, estoy triste. Porque llevo dos semanas oyendo a gente quejarse de su vida, o padecer su vida, y por mucho que quiera ayudar a romper las cadenas, ellas están simplemente enamoradas de ellas. Están en una relación estable con sus excusas.
Y me encantaría que leyeran esto e hicieran algo al respecto.
Pero nos conformamos con aparentar, con mantener el tipo. Como si mantener el tipo te hiciera fuerte. No. Te hace gilipollas. No uses tu fuerza para mantenerte en pie en una montaña de mierda, usa tu fuerza para salir de ahí.
Pero aún así se conforman con su vida porque ya se han acostumbrado a ese pesar. Somos las que se autoconvencen de que nos merecemos lo justo, pero no demasiado. Total, la gente de nuestro alrededor no se puede permitir mucho más, ni se sienten mucho mejor. Pues pídete ser la luz entre ellos señora, espabíla que eres la referencia para tus hijas.
Quizás darnos cuenta de todo lo que nos hemos estado negando durante años duele más que quedarnos como estamos, pero eso es una mentira, porque el dolor de despertar es un segundo en comparación con la alegría que se generará de vivir en paz, en tus condiciones y orgullosa de ti misma por haber hecho lo que tenias que hacer para mejorar.
Para romper con la cómoda y la conformista, hay que dejar de ser víctimas de nuestras palabras, superar hábitos, y olvidarse, de quienes fuimos, y de lo que nos contaron que eramos y podíamos ser. Y comenzar a hablarnos bien. ¿Cómo sabrás si te hablas bien? Tu energía estará alta o baja y ese será tu medidor, tu brújula. Y no, no vas a dejar de ser una cómoda y conformista el primer día que te lo propongas y tendrás que dar la cara día tras día, hasta que toda esa maraña de miedos y excusas no exista. ¿Es difícil? Puede. Pero lo puedes hacer.
Ser cómoda y conformista, es simplemente quedarse con algo que no está tan mal pero que no es lo que realmente deseas. La comodidad es buena, es sana, pero asegúrate que es tu definición de comodidad, y no algo con lo que te conformaste.
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Love,
Nu.