Cómetelo.
Cinta métrica, báscula y espejo. Los jinetes del Apocalipsis. Creo que pueden ser los mayores enemigos de alguien que cree, que para amarse, debe ser perfecta a ojos de los demás. Hoy, como os propuse hace dos semanas, vamos a tocar desórdenes alimenticios, pero no sus síntomas ni sus penas, que esas ya nos las sabemos, vamos a hablar de la luz después de esos momentos en los que nos perdemos. Que existe y que se llega a ella. Que lo de no quererse no dura toda la vida y siempre aprendemos a hacerlo mejor. Basándome en mi experiencia personal, siempre, no soy de esas personas que de consejo a tu anorexia te dicen:
- <<Pues no seas anoréxica>>
-¡Joder! ¡Vaya! ¡Gracias! No se me había ocurrido.
Voy a intentar hablar sobre esto conectando con el mismo cachondeo con el que os contaría lo que me hicieron el domingo por la noche. He de reconocer, que en algún momento mientras estaba con él, pensé: Boy, I’m definetely writing about you next letter. Pero claro, el tema de la anorexia y bulimia, tan divertido como eso no es. Pero haremos todo lo posible.
Creo que todas, en mayor o menor medida hemos podido experimentar desórdenes alimenticios. Quizás no tan graves como dejar de comer o meter la cabeza en el inodoro. Pero sí obsesionarnos con si comemos mucho, sentirnos fatal después de atracón hasta el punto de pensar que quizás deberíamos vomitarlo todo o agarrarnos la barriga delante del espejo y pensar ¡Qué asco! Sea la barriga real o imaginaria.
Me acuerdo que todo empezó cuando una agencia de modelos, aquí en Madrid, me dijo que no me seleccionaban para París porque no podía perder 3 kilos en los pocos días que faltaban para su show. Me hacía tanta ilusión desfilar con una de mis mejores amigas, que volví a casa llorando y pensando que no me habían cogido por gorda. 51 kilos 1,75m de altura y querían que pesara 48. Ahora no sé cuanto peso, porque me da lo mismo el número si me siento sana y bien, pero debo de estar sobre 57-58 kilos. Yo llegue a pesar 48. Me acuerdo de salir feliz de la farmacia con el ticket de la báscula. 48, just how THEY like it.
Imaginaos la estampa, era todo cabeza y pelo. Porque yo otra cosa no, pero cabezona soy un rato. Era un saco de huesos que buscaba el amor en todos los lugares equivocados. En la aprobación de diseñadores y estilistas. En la aprobación de los bookers. En la aprobación de un novio cabrón ( y esto es ser considerada con él) que me decía que las modelos en Madrid estaban más delgadas que yo y que si se me caía el culo me dejaría. Todo esto bajo la sombra de <<Y si no te quiero yo, ¿quién te va a querer?>>
¡Pues yo gilipollas! Le debí haber dicho. Pero me quedé callada.
Quiero que me quieran + Quiero que me seleccionen = Tengo que adelgazar.
Otra persona más que decide no amarse. Pero estas cosas se sanan. Se sanan porque llega un día que no puedes más, se te hinchan las narices y escoges mejor para ti. ¡SUFICIENTE!
Si estás leyendo esto, y te suena familiar, me encantaría unirme a tu dolor pero eso no te ayudaría en nada. Eres tú la que tienes que elegir mejor para ti cada día. Nadie te va a salvar, eres tu la que tiene que decir basta, y a mí, gracias a Dios, un día me iluminé y mande todo lo tóxico a la mierda. Pero yo no soy más especial que nadie y esta historia también puede ser tuya.
Creo que es mejor ser un ejemplo de que esos miedos pasan que ser una complice de tu dolor. Porque aunque lo entienda, también sé que puedes hacerlo mejor. Gente que te tenga pena seguro que te sobra, pero solo necesitas una que te recuerde lo capaz que eres de estar bien.
Hay una cosa que se llama dar la cara por ti misma y tú puedes hacer eso por ti. Porque te lo mereces, porque puedes, porque quieres, porque es el camino de menor resistencia y te mereces que tu vida sea fácil. Ya está. No nos importa más porque dejaste de comer si no a donde vas. Enamórate de quien vas a ser.
¿Es necesario sufrir primero mucho para no tolerar más comportamientos nocivos hacia ti? No creo. No hace falta caer en el infierno para llegar al cielo. No necesitas caer para aprender a quererte. No necesitas torturarte para aprender a sentir amor. Pero es curioso, que siempre aprendamos por opuestos.
Yo creo que estas cosas pasan cuando no sabes quererte. Porque si sabes, no hay espacio para comportamientos así. Si eres capaz de ver el amor que está disponible para ti, no usas tu cuerpo como arma de castigo ni le maltratas, ni te rodeas de las personas inadecuadas.
¿Cuál es el camino de vuelta? Elegir quererse un poquito más cada día. Ya.
¿Como de guay es que simplemente te de igual todo menos tú? ¿Que te guste tu cuerpo como está? ¿Cómo de guay es que las opiniones de la gente te resbalen? ¿Cómo de guay es comer porque te gusta nutrirte y disfrutar de los sabores? ¿Cómo de guay es que te des un respiro y tengas la mente en paz?
Lo único que sé es que no te mereces vivir triste y que lo que si te mereces es una puta sonrisa en la cara, sea como sea tu cuerpo. Tienes que apuntar a tu versión de cuerpo sano, tenga la apariencia que tenga ese cuerpo. Yo solo podría ser gorda comiendo fatal y en cantidades desorbitadas; y otras solo podrían ser delgadísimas torturando a su cuerpo y negándole nutriste.
Como veis. A verte guapa y a quererte, se aprende y ya. Y solo necesitas de tu permiso.
Quizas por eso Cléa es así. Es más quien eres que tu cuerpo.
Me acuerdo un día, alguien que tenía interés en que estuviera delgada me dijo <<¿Seguro que te vas a comer eso?>> Ahí tampoco supe contestar pero ahora le diría:
<<Joder si me lo voy a comer. Me lo voy a comer y no me vas a ver más>>
Mi equipo de marketing me quiere felicitar por haber escrito otra newsletter en la que no estoy vendiendo absolutamente nada y estoy simplemente hablando como si estuviera de café con mis amigas. Eloise os manda recuerdos. Y yo a ella.
Love,
Nu